Después de revisar el alcance de nuestro plan de ordenamiento territorial como elemento homogenizador de riqueza, igualdad y calidad de vida para los ciudadanos, vemos como ninguno de estos altruistas objetivos son una realidad en la actualidad, ya que el desorganizado crecimiento de los barrios en todos los extremos de la ciudad, el colapso anunciado del transporte urbano y la creciente desigualdad socio económica entre los diferentes estratos que componen la población de la ciudad no hace sino disminuir la poca o nula calidad de vida de la mayoría de la población urbana, llevando a cada uno de nuestros ciudadanos a una lucha diaria en esta jungla de concreto que no respeta ni conoce el derecho al bienestar y a la dignidad de cada uno de sus ciudadanos.
La lucha diaria de miles de personas por abordar un Transmilenio ha sacado a relucir lo peor de los comportamientos humanos, dejando de lado el respeto por cada uno de nuestros conciudadanos, la violencia, el delito, los malos olores y la incomodidad ingente de cada uno de los viajes que se realizan a diario no son más que la radiografía de 35 años de atraso y falta de decisión política sobre una verdadera planeación vial.
Localidades como Bosa, donde el ordenamiento territorial parece que nunca se nombro, ya que la mayoría de sus barrios han crecido de manera desorganizada, irrespetando zonas verdes, humedales, reservas indígenas, zonas de servidumbre de líneas de energía y demás parámetros de crecimiento sostenible de una sociedad moderna, son solo un ejemplo de que la tarea de planear con criterio nuestra ciudad nunca se ha hecho de verdad o en los lugares donde se asentaron los menos favorecidos, siendo el derecho al habitar en un lugar adecuado solo de las clases de mayores ingresos, dejando de lado las poblaciones originadas por el desplazamiento forzado y las pocas oportunidades de obtención de una vivienda digna en la ciudad interna.
Por los motivos mencionados anteriormente y mucho otros de mayor peso social y técnico debemos ser críticos frente al plan de ordenamiento territorial y juzgar si realmente la estrategia que se intenta seguir va a permitir al ciudadano bogotano el poder al fin vivir de manera digna y adecuada.
La lucha diaria de miles de personas por abordar un Transmilenio ha sacado a relucir lo peor de los comportamientos humanos, dejando de lado el respeto por cada uno de nuestros conciudadanos, la violencia, el delito, los malos olores y la incomodidad ingente de cada uno de los viajes que se realizan a diario no son más que la radiografía de 35 años de atraso y falta de decisión política sobre una verdadera planeación vial.
Localidades como Bosa, donde el ordenamiento territorial parece que nunca se nombro, ya que la mayoría de sus barrios han crecido de manera desorganizada, irrespetando zonas verdes, humedales, reservas indígenas, zonas de servidumbre de líneas de energía y demás parámetros de crecimiento sostenible de una sociedad moderna, son solo un ejemplo de que la tarea de planear con criterio nuestra ciudad nunca se ha hecho de verdad o en los lugares donde se asentaron los menos favorecidos, siendo el derecho al habitar en un lugar adecuado solo de las clases de mayores ingresos, dejando de lado las poblaciones originadas por el desplazamiento forzado y las pocas oportunidades de obtención de una vivienda digna en la ciudad interna.
Por los motivos mencionados anteriormente y mucho otros de mayor peso social y técnico debemos ser críticos frente al plan de ordenamiento territorial y juzgar si realmente la estrategia que se intenta seguir va a permitir al ciudadano bogotano el poder al fin vivir de manera digna y adecuada.
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